martes, 19 de junio de 2007

Defender o mar, salvar a vida

La semana pasada en un congreso sobre vertidos marinos donde se exponían los resultados de distintos proyectos de investigación emprendidos tras el vertido del Prestige, nos hablaron de la existencia de pecios con carga contaminante especialmente en el Atlántico. La mayoría de estos buques hundidos lo están desde la segunda guerra mundial y se calcula que está llegando el momento de máximo riesgo de vertidos.

Hablar de vertidos en el atlántico me trajo un recuerdo de la infancia que tenía como en una nebulosa: la lucha contra los vertidos en la fosa atlántica. Distintos países vertían sus desechos radiactivos en el Atlántico a 300 km de la costa gallega a la latitud de Finisterre, donde la profundidad es de unos 5000 km, de ahí lo de fosa atlántica. Las movilizaciones que Greenpeace estaba llevando a cabo tuvieron eco en Galicia y el 15 de septiembre de 1981 el palangrero Xurelo zarpó con una tripulación de pescadores acompañados por ecologistas, periodistas y políticos. El objetivo era denunciar los vertidos de bidones radiactivos que iban a realizar dos barcos holandeses. La travesía del Xurelo y las movilizaciones que le siguieron forzaron a que la OMI (Organización Marítima Internacional) emitiese en 1983 una moratoria indefinida sobre los vertidos en el mar, que en 1995 se convirtió en prohibición definitiva.

Por cierto en ese primer viaje encontraron el mar como un plato. Los que hayan trabajado en el Banco de Galicia, donde se hundió el Prestige, saben no es imposible encontrar "mar chana" en el área.

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